¡Hola Kuriser!
Llevo un tiempo pensando en lo feliz que me hace escribir.
Si te cuento la verdad,
cuando me pedían hacer redacciones en el colegio
no se entendía ni la mitad de lo que escribía.
Con lo que me gustaban a mí esos trabajos de redactar lo que habías hecho el fin de semana…
El caso,
que antes se me daba fatal escribir. Fatal.
Puedes pensar que se me sigue dando mal
porque no te gusta mi forma de escribir.
Pero me da igual.
Esto te puede parecer arrogante… no sé.
Pero no te conozco y me da exactamente igual que te guste o no te guste.
Si no te gusta no me leas,
así de fácil.
Y si te gusta, me alegras el día.
Así que GRACIAS.
Soy muy de dar siempre las gracias.
Te voy a contar una historia.
Algo que me pasó durante los “maravillosos” años que pasé en la universidad.
Ahí va:
Si has ido a la universidad,
sabrás que hay diferentes tipos de profesores.
Y si no has ido, no te preocupes que te lo cuento.
En la universidad hay profesores de toda clase. Por ejemplo:
Están los que no saben ni escribir.
También hay seres extraños que necesitan sentirse adorados. Quizá porque no valen ni para hacer la O con un canuto.
Otros que están ahí para ganar algo de dinero a final de mes.
Y los otros pocos que quedan, son con los que aprendes de verdad.
Genial.
Hoy te cuento la anécdota de uno que entra en el segundo grupo. Los que no saben hacer la O con un canuto,
ya sabes…
A ver,
Yo, chica responsable, siempre entregaba todos los trabajos de diseño a su debido tiempo.
Solíamos colgarlos en los corchos y los 2 profesores que daban 1 misma asignatura (y al mismo tiempo) los corregían.
Pero daba la casualidad de que este ser del que os hablo nunca comentaba ninguno de mis trabajos.
Se mantenía siempre alejado, a la espera de lo que comentara el otro y así pasar al siguiente trabajo sin opinar sobre los míos.
Peeero, ¡una vez decidió hablar!
(Tatatachaaaan)
Sus palabras fueron las siguientes:
«ES MEDIOCRE.»
Gracias…
Gracias no a ti.
Es lo que yo le contesté en ese momento.
«Gracias.»
La verdad que creo que fue la única conversación que tuve con él en los 4 años de carrera universitaria.
Pero sus 2 grandes palabras en ese momento me hicieron pensar.
Era mediocre.
Yo, que dedicaba horas y horas a desarrollar un trabajo.
Era mediocre.
Esas palabras me acompañaron durante el resto de mi experiencia universitaria la verdad.
Sintiéndome mediocre con respecto a mis compañeros.
Los demás no eran mediocres,
yo sí.
Quizá si me hubiera corregido trabajos anteriores y me hubiera enseñado a mejorar mis diseños, ese trabajo no habría sido mediocre.
O sí,
lo mismo habría sido todavía más mediocre.
Quién sabe.
Con el paso del tiempo y cuando salí de allí,
seguí formándome.
Aprendiendo de otros emprendedores que tienen más valía que millones de “profesores” que hay repartidos por el mundo.
Y llegué a la conclusión de que
cuando estas empezando un proyecto,
o estás aprendiendo nuevas habilidades,
TODOS somos mediocres.
La mediocridad se esfuma con el ensayo y el error.
Y así es como se crece en la vida,
corrigiendo los errores.
No me entiendas mal.
A esta persona no le guardo rencor.
Ninguno,
de hecho, le agradezco enormemente sus dos palabras,
sin ellas tal vez no sería la persona que soy a día de hoy.
La mediocridad no es mala.
Es un proceso.
Y recuerda,
Hasta la más mísera palabra que te dediquen hace de ti la persona más excelente que eres a día de hoy.
Inscribirse es GRATIS y si te quieres borrar, tampoco te voy a cobrar 😉